Saturday, July 31, 2010

Aspectos del pensamiento serpentino e imágenes de rebeldía

[En J. Gelman, Guadalupe Grande, Blanca Varela y Luis Valdez]



Por Carlos López Dzur

Utilizaré un concepto, pueblo serpentino, que es una alegoría de continuidad para referir a los transgresores caínicos o portadores del Estigma de Caín. He visto aplicado el concepto de «pueblos serpentinos», por el Dr. Mario Rojas Alba en sus escritos sobre Nociones de ometeoísmo: Filosofía náhuatl aplicada al derecho y legislación constitucional y la necesidad de nuevos enfoques filosóficos que rompan con el «concepto pueril que aterroriza el psiquismo occidental y judeocristiano (e incluso el islámico)» implícito en «la separación tajante del bien y el mal, de la luz y la oscuridad», o mitos tales como «la rebeldía impulsada por Lucifer, el poderoso arcángel que resulta expulsado del universo celestial pleno de luz y de bondad, para ser enviado al inframundo, la profundidad subterránea donde domina la oscuridad y la maldad».

En su lugar, el Dr. Rojas Alba nos invita a explorar «la filosofía dialéctica sustentada en Ometéotl, la suprema deidad de la dualidad entre los antiguos nahuas». Esto es, una visión serpentina del mundo que si bien tienes aspectos filosóficos y esotéricos, no se desvincula de una idea progresista de la historia. «La historia se dirige de manera natural e incontenible al establecimiento de una sociedad cada vez más justa y equitativa» [Mario Rojas Alba: Filosofía náhuatl aplicada al derecho y legislación constitucional (1) y 2].

El concepto de pueblos serpentinos fue utilizado a menudo en el Teatro Cempesino de Luis Valdez [Luis Valdez: Early works: Actos, Bernabé, and Pensamiento serpentino, Teatro Campesino (1. ed., 1971, Arte Público: 1990). Uno de sus ensayos reflexivos sobre el teatro es: «Pensamiento serpentino: A Chicano Approach to the Theatre of Reality» y en esa serie de reflexiones, Valdez incluye poemas que abordan la identidad y los cambios:

We were conquistados
and colonizados
and we (de la raza de bronce)
began to think we were EUROPEOS
and that their vision of reality
was
IT.

But REALITY es una Gran Serpiente
a great serpent
that moves and changes
and keeps crawling
out of its
dead skin

despojando su pellejo viejo
to emerge
clean and fresch
la nueva realidad nace
de la vieja realidad

And so
los oprimidos del mundo
continue to become
los liberadores

(Frag. Luis Valdez}

La verdad anhelada (o «tema» o «sistema rijo» del 'Hijo de la Ira' de Dámaso Alonso) en este proceso no es zoolátría. Lo serpentino no adora su objeto vivo en cuanto animal elemental. En torno a estos imaginarios se centra una visión de la energía primigenia de la materia misma, o el triunfo del Espíritu sobre ella y cómo es posible desviarla hacia propósitos creativos o destructivos. Desde las honduras de lo serpentino, es que se oye el grito surgido de las Faldas de Jade de las Serpientes, o todos los profundos quejidos ecológicos y humanos de la Tierra.

A a lo largo de la convulsa historia de exilios, diásporas y viajes, la posesión de «la identidad y el cuerpo con su condición política, el cuerpo como base, estado y vacío para llevar a cabo todas aquellas palabras que, desde el desplazado, ofrecen una visión particular de la historia; y por supuesto, sus orígenes» es el gran «tema» o «centralidad» de lo serpertino, tal como la profesora Marta Ferrer Gómez, de la Universidad de Salamanca (España), lo va desentrañando de la literatura hispanoamericana (e.g., la poesía de Blanca Varela), cuando escribe Identidades, alteraridades, esquizofrenias: Una morfología contracultural del imaginario femenino hispanoamericano.

De la experiencia de su cuerpo serpentino, se escribe, hágalo varón o hembra:, «en plena época de cambios y migraciones» [Ponencia de M. Ferrrer Gómez, Sexto Congreso Internacional sobre Migraciones, Causas y Consecuencias: 4 al 23 de noviembre de 2009]. Y la experiencia corporal y su escritura, ha de mostrar «condiciones diferentes dentro de la naturaleza del desplazado, dándose la experiencia en cada una de sus circunstancias», e.g. como en la visión exiliar de Juan Gelman, o de Varela, pero, siempre lo intentado en aras del tema, el tránsito de lo esquizo a lo camaliónico, de lo inmutable en lo oculto a la alteridad externizante, es la pregunta por la identidad propia. Con el surgimiento de la Poesía, el análisis del mito, el querer que florezca una respuesta, nace el hombre / mujer / serpentinas, la que se afirma en su perpetuidad al mudar la piel; pero no quiere que muera su esencia.

Todos los marcados con el Sello de Caín son serpentinos y, en cuanto tales, Hijos de la Ira (en el sentido de Alonso), exilados con estirpe caínica. Escriben con «amor y rabia», como dijera el argentino Juan Gelman, cuando obtuvo el Premio Cervantes en 2007 por los registros poéticos de su libro Mundar. Ese es un libro serpentino en el que nos habla de los motivos fundamentales de El Paraíso, la Manzana, el sello de Caín («la raíz amarga»), la expulsiones («irse por tanta puerta / cerrada»), pero, a pesar de verse el alma / identidad / como una «manzana sola en la fuente», seguir soñando, «sin importar lo que perdió». Romper las pautas gramaticales con la renovación verbal: «amorar, primaverar, mundar», donde «el verbo anómalo y certero ratifica su vision afirmativa, su necesidad de oponerse, de nuevo y todavia».

¿Recuerdan el poema «La Manzama»?

Manzana sola en la fuente,
¿qué hace sin Paraíso? Nadie ve
su cicatriz amarga.
¿Me pregunta
a dónde fue el secreto
de irse por tanta puerta
cerrada, alto el crepúsculo
firme, la cara que
sueña, sueña, sueña,
sin importar lo que perdió?
En un rincón, el viento
mueve la sombra de las hojas.

[Frag. del libro Mundar, Juan Gelman].

Entonces, el Gelman es como el vencedor de los dragones. Su lanza es el poder masculino y de los rayos del sol que penetran las puertas cerradas y las sombras. Su serpentinidad representa «el sol joven que cesa la vida de la muerte». De Gelman, habría que decir lo mismo que Julio Cortázar decía de si mismo al evaluar su infancia serpentina: «Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires, en una casa con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras: el paraíso. Pero en ese paraíso yo era Adán, en el sentido de que no guardo un recuerdo feliz de mi infancia: demasiadas servidumbres, una sensibilidad excesiva, una tristeza frecuente» [Julio Cortázar: «La vida en un paraíso triste»]. Sólo que sobre la «cicatriz amarga» de vida, de su marca de Caín, Gelman habla en términos de los exilios resultantes cuando los paramilitares argentinos hacen la vida imposible y traen consigo el infierno, desde 1976. Ser reconocido como un ser caínico-serpentino, así su descendencia, fue expresado por Gelman:

«El 26 de agosto entraron en casa de mi hijo Marcelo y se lo llevaron con su mujer Claudia, que estaba embarazada... A él lo asesinaron en octubre y a ella se la llevaron a Montevideo. Esperaron a que diera a luz y sólo entonces la liquidaron. Entregaron a la niña a un policía nacional. Tardamos 15 años en encontrar los restos de mi hijo y 23 en encontrar a mi nieta, la primera que me ha felicitado por el premio. Seguimos buscando los restos de mi nuera».

A lo llevarán estas ejemplificaciones apuradas sobre hombres marcados para pulsar una lucha contracultural, en marcos de desplazamientos migratorios, es al entendimiento de lo que es, en rigor, el Acusador y el Transgresor. La frase hebrea «ha Satan», significa «el Acusador». Con la misma raíz semítica, se construye la palabra «el Adversario». Las religiones abrahámicas construyen la noción de Diablo / Demonio / Satanás / alrededer de estos ángeles caídos, que se mezclan genéticamente con la primera creación de vivientes. Antes de Eva, Adán estuvo casado con Lilith. El mito dice que, pese a la hermosura de ella, él no llegó a compenetrarse y que ella se fue del Paraíso y se acopló con los angeles caidos. Sólo en el Talmud tiende a describirse acerca de Lilith cierta carnalidad insalubre, en cuanto es seductora.

Guadalupe Grande, antropóloga social, crítica literaria y autora entre otros poemarios de El libro de Lilith, analiza:

Dicen antiguos textos que antes de Eva fue Lilith, creada de sedimento e inmundicias a la ve que Adán. Dicen que no se quiso someter a la voluntad de éste y que, pronunciando el nombre inefable de Dios, se elevó en el aire y abandonó el Paraíso. Dicen que rechazó el perdón y que nunca quiso regresar.
En un poema titulado Del destierro, Guadalupe Grande asume su naturaleza serpentina que es aquella que simbólicamente representan la interdependencia del bien y el mal (como en la serpientes enroscada alrededor de una vara), «la totalidad, el renacimiento, la inmortalidad y el círculo de la existencia, así como el miedo de los hombres a los cambios de humor femeninos» (David Fontana: El lenguaje de los símbolos: Guía visual sobre los símbolos y sus significados, Barcelona, Blumes, 2005, p. 135].

Todo es materia de traición y tránsito
y quien diga otra cosa miente.
El verdadero fulgor es el de las sombras,
no hay otro resplandor que las cenizas.
Desde esta calle que un día fue páramo
y antes que páramo fue bosque
y primero que todo
deseo en tu palabra,
tiempo detenido en tu garganta
que finalmente tuviste que escupir al mundo, Padre,
vuelto la cabeza hacia aquel instante
y renuncio a las migajas de tristeza que me ofreces,
si son la última oportunidad de redención.
No voy a cultivar el llanto
ni pienso aceptar el consuelo de ese destierro.

[Guadalupe Grande, de «El Libro de Lilith»]

El texto tiene el tono de una rebeldía («no voy a cultivar el llanto») ni aceptará los destierros del Paraíso pasiva y consoladamente, aunque sean la «última oportunidad de redención». El hablante de Guadalupe es una hija de la ira ante un Padre / prototipo del Creador, que ha «escupido» / despreciado / el mundo. Ese mundo al que ella enfrenta se ha vuelto escenario de «sometimiento de la fuerza bruta». El destierro mismo es un acto de fuerza. La descripción epigráfica de Guadalupe Grande hace de Lilith es la Transgresora, desde su arranque en las culturas milenarias, hasta el «presente hipócrita que cambia de vestiduras pero no de armas», «mundo herido por la violencia, la criminal pasión de poseer y los fanatismos». Se acusa pues el mesianismo supresor de los pueblos serpentinos y de la madre de esos pueblos: Lilith.
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